Actualmente, los avances tecnológicos han influenciado a la humanidad en muchos aspectos. Con la consolidación del internet y los teléfonos inteligentes han ocurrido muchos cambios en la forma en que nos relacionamos, incluso en el de las relaciones interpersonales. Gracias al desarrollo de las comunicaciones, las personas pueden contactarse con sus familiares y amigos desde cualquier parte del mundo donde se encuentren y realizar cualquier tipo de actividades. El rango de estas actividades no es fácil determinar dado su amplio espectro. Por internet puedes hacer compras, negocios, actividades ilícitas, buscar pareja, chatear con parientes a miles de kilómetros de distancia, entre otras muchas cosas. Sin embargo, muchos se quejan de que estamos cada vez más cerca de las personas que están lejos de nosotros y más lejos de aquellas que nos rodean.
No se puede negar que la tecnología tiene muchas cosas buenas, pero considero imperativo un uso adecuado y no abusar de ella. Tal como nos ocurrió con la llegada de la televisión en la segunda mitad del siglo anterior, la magia y la pasión por el internet y los teléfonos inteligentes nos han atrapado, hasta el punto de que, consciente o inconscientemente, parecemos sustituir a quienes nos rodean en nuestros hogares y en el trabajo por la inmediatez de la tecnología. Tenemos ante nosotros una tecnoadicción y, como sucede con todas las adicciones, corremos el riesgo de sucumbir a ella. Se trata de un hábito extremo que nos separa de las personas y del mundo real.
Cuando chateamos a través de las redes sociales, no parecemos sufrir de ningún tipo de inhibiciones, nada nos da vergüenza; así como decimos verdades también mentimos y sin ningún tipo de escrúpulos; esto porque no tenemos que mirar de frente a la otra persona. Pasamos mucho tiempo conectados. Cuando la conversación no es de nuestra conveniencia simplemente dejamos de responder, aplicamos bloqueo o nos excusamos más tarde diciendo que la comunicación se cayó. Hay que reconocer además que las interpretaciones erróneas y mal entendidos también son frecuentes cuando nos contactamos por teléfono o internet. Toda esta actividad ciberespacial la llevamos a cabo a cualquier hora, muchas veces suscritos a la tarifa plana o ilimitada.
Definitivamente, siento que el uso excesivo de la tecnología reduce la comunicación entre las personas. Está en nosotros educarnos nosotros mismos y a nuestros hijos en el uso adecuado del internet y los teléfonos inteligentes. No puede existir una mejor manera de relacionarse con otra persona si no es mirándola a los ojos cuando se conversa sobre un determinado tema.