lunes, 31 de octubre de 2011

¿Qué hacemos con la globalización neoliberal?

Para enfrentarnos al adversario hay que conocerlo primero. No se puede luchar contra alguien o contra un fenómeno del cual no se tiene una visión clara. Las secuelas negativas que nos ha dejado la imposición de un modo de producción capitalista  a la humanidad nos dan argumentos para pensar que estamos frente a un enemigo común que tenemos que desentrañar. El modo de producción capitalista apareció en el planeta, entre otras cosas,  como la solución a las contradicciones en que se debatía el régimen feudal de la edad media. Por la decadencia de éste y por el panorama de crecimiento económico más práctico apoyado en una doctrina económica liberal que ofrecía la burguesía, empezó a tomar cuerpo  la primera fase de un sistema económico basado en la lógica y la acumulación del capital. En la actualidad, el capitalismo se presenta repotenciado, cubriendo prácticamente todo el planeta con un ropaje ideológico neoliberal. La globalización neoliberal ha llegado, se ha posicionado en todos los continentes y no da señales de dar vuelta atrás.

Como lo que se quiere es tratar de entender un sistema político que se nos presenta hostil a las mayorías que convivimos en el planeta, vale la pena que tratemos de aclarar lo que entendemos por “globalización” y por “neoliberal”. Al respecto, Ornelas, (2004) expresa:

La globalización resulta ser un fenómeno histórico consustancial al capitalismo; mientras que, el neoliberal, es un proyecto político impulsado por agentes sociales, ideólogos, intelectuales y dirigentes políticos con identidad precisa, pertenecientes, o al servicio, de las clases sociales propietarias del capital en sus diversas formas. La convergencia de ambos procesos, forma la modalidad bajo la que se desarrolla el capitalismo en la época actual

Tal modalidad a la que se refiere el autor es la no menos conocida globalización neoliberal.

La globalización como proceso necesita al mundo para expandirse y su carácter neoliberal necesita las naciones para implementarse.  Rodríguez (2010) expresa:

Del mismo modo como la globalización es un modo de organización de los intercambios a escala planetaria y un modo de despolitización de las relaciones políticas y diplomáticas (para someterlas a los imperativos del mercado y las rentabilidades corporativas y empresariales), el neoliberalismo a escala nacional es una articulación socio-económica, política e ideológica de dominación y hegemonía.”  

La doctrina neoliberal es criticada por su carácter dogmático. Como una ideología basada en el fundamentalismo del libre mercado, el neoliberalismo se impone como la única solución al problema de la creación y distribución de riquezas, compatible con la globalización. Lo que quiere decir que el modelo neoliberal está concebido como la única vialidad al libre mercado.

Amat, Brieger, Ghiotto, Llanos y Percovich, (2002) refieren:

El concepto de globalización en la actualidad está íntimamente ligado al de neoliberalismo. En los años ochenta y noventa, un grupo importante de economistas –muchos de ellos conocidos como «los Chicago Boys» su relación con la Universidad de Chicago liderada por Milton Friedman- revitalizaron las teorías de Friedman esbozadas en los sesenta basándose en las experiencia de gobierno de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.

El neoliberalismo, entonces,  aparece como un conjunto de postulados basados en teorías liberales modernas que estos “Chicago boys” lograron imponer en América Latina en la década de los noventa, apoyados por organismos económicos internacionales, empresas multinacionales y centros de investigación. Estos postulados, entre otras cosas, señalaban que la administración pública era ineficiente y una fuente de corrupción, que la única forma de que las empresas de servicios funcionaran era privatizándolas, que el Estado, aparte de abrirse al libre comercio y no intervenir en el mercado, tenía que reducirse,  disminuir el gasto público, los gastos sociales y acabar con los sindicatos. Por supuesto los defensores de las teorías neoliberales, desplazando al Estado, no explican claramente cómo es imprescindible el papel del mismo para asistir económicamente a las empresas cuando caen en bancarrota.

Así las cosas, estos postulados se traducen en recetas neoliberales para ser impuestas, y su aplicación no es mera casualidad. Ornelas, (ob. cit.), sentencia:

“El carácter neoliberal de la globalización, es decir, el sometimiento del proceso de producción, distribución circulación y consumo al “fundamentalismo del libre mercado”, así como de la vida social a los valores del individualismo, se impone mediante un proceso político dirigido por la clase dominante, o su fracción hegemónica.”

En la interpretación del modelo neoliberal, Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en el año 2001, citado por Marrero, (2007), plantea el efecto desbastador que la globalización ha tenido sobre los países más pobres del planeta; pero, sin embargo, considera que estas consecuencias se deben no tanto al proceso de globalización como tal, sino a la forma en que ha sido gestionada, ya que sostiene que la globalización puede ser una fuerza benéfica y con un potencial capaz de lograr el enriquecimiento de todos, especialmente de los países más pobres, pero siempre y cuando este proceso no siga siendo orientado por el Fondo Monetario Internacional y organizaciones internacionales como el Banco Mundial. Ante este planteamiento uno tiene que hacerse la siguiente pregunta: ¿Cuál es la actitud que deberíamos tomar ante los embates de la globalización neoliberal? Porque si el sistema, según se alega, no es hostil hacia las mayorías empobrecidas, sino que todo se debe a una mala gestión o a un recetario impuesto por las instituciones equivocadas, entonces los pasos a seguir serían decidir qué instituciones deberían ser las llamadas a liderar unas políticas neoliberales potencialmente benéficas que garanticen una distribución justa de riquezas.
Independientemente de que el sistema político imperante resulte potencialmente benéfico o realmente signifique un fracaso, o que las instituciones llamadas a ejercer un liderazgo en lo que se refiere a su implantación realicen una buena o mala gestión, los resultados que observamos en la realidad son: la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial se torna cada día más grande, se ha agudizado la desigualdad entre países y dentro de los países, la pobreza sigue creciendo y la acción depredadora del capitalismo avanza en la destrucción del planeta; a un ritmo tal que se necesitarían varios planetas para poder sostener un desarrollismo desaforado. “La puesta en marcha de una estrategia alternativa de desarrollo, convendría enfatizar, no es un problema meramente técnico sino político. Una nueva estrategia reclama de los agentes sociales y de las fuerzas políticas que la impulsen y la concreten, (Guillén, 2007). La organización y movilización popular es clave si queremos intervenir en el actual estado de cosas y acceder a un cambio de civilización. La pura voluntad individual no ayuda. Debemos lograr que quienes detentan el poder económico y político asuman una toma de conciencia sobre la problemática social, ambiental que significa la continuidad del modelo económico depredador actual. Una toma de conciencia que los obligue a ceder, a mostrar una voluntad política que posibilite que todos los que habitamos el planeta disfrutemos de una justa distribución de las riquezas y de un medio ambiente sano. Una voluntad política  que pueda facilitar la creación de unas nuevas relaciones de producción. Una toma de conciencia de que el neoliberalismo no es la panacea, ni el único dogma que ha de regir la globalización de nuestros pueblos. Una toma de conciencia sobre el reconocimiento del derecho que tenemos todos los pueblos a un desarrollo económico, social, ambiental en todo el planeta; y sobre todo, una toma de conciencia sobre el reconocimiento del carácter destructor, inhumano, depredador que significa el modo de producción capitalista. 

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