Para enfrentarnos al adversario hay que conocerlo
primero. No se puede luchar contra alguien o contra un fenómeno del cual no se
tiene una visión clara. Las secuelas negativas que nos ha dejado la imposición
de un modo de producción capitalista a la humanidad nos dan argumentos
para pensar que estamos frente a un enemigo común que tenemos que desentrañar.
El modo de producción capitalista apareció en el planeta, entre otras cosas,
como la solución a las contradicciones en que se debatía el régimen feudal
de la edad media. Por la decadencia de éste y por el panorama de crecimiento
económico más práctico apoyado en una doctrina económica liberal que ofrecía la
burguesía, empezó a tomar cuerpo la primera fase de un sistema económico
basado en la lógica y la acumulación del capital. En la actualidad, el
capitalismo se presenta repotenciado, cubriendo prácticamente todo el planeta
con un ropaje ideológico neoliberal. La globalización neoliberal ha llegado, se
ha posicionado en todos los continentes y no da señales de dar vuelta atrás.
Como lo que se quiere es tratar de entender un sistema
político que se nos presenta hostil a las mayorías que convivimos en el
planeta, vale la pena que tratemos de aclarar lo que entendemos por
“globalización” y por “neoliberal”. Al respecto, Ornelas, (2004) expresa:
“La globalización resulta ser un fenómeno histórico
consustancial al capitalismo; mientras que, el
neoliberal, es un proyecto político impulsado por agentes sociales, ideólogos,
intelectuales y dirigentes políticos con identidad precisa, pertenecientes, o
al servicio, de las clases sociales propietarias del capital en sus diversas
formas. La convergencia de ambos procesos, forma la modalidad bajo la que se
desarrolla el capitalismo en la época actual”
Tal modalidad a la que se refiere el autor es la no
menos conocida globalización neoliberal.
La globalización como proceso necesita al mundo para
expandirse y su carácter neoliberal necesita las naciones para implementarse.
Rodríguez (2010) expresa:
“Del mismo modo como la globalización es un modo de
organización de los intercambios a escala planetaria y un modo de
despolitización de las relaciones políticas y diplomáticas (para someterlas a
los imperativos del mercado y las rentabilidades corporativas y empresariales),
el neoliberalismo a escala nacional es una articulación socio-económica,
política e ideológica de dominación y hegemonía.”
La doctrina neoliberal es criticada por su carácter
dogmático. Como una ideología basada en el fundamentalismo del libre mercado,
el neoliberalismo se impone como la única solución al problema de la creación y
distribución de riquezas, compatible con la globalización. Lo que quiere decir
que el modelo neoliberal está concebido como la única vialidad al libre mercado.
Amat, Brieger, Ghiotto, Llanos y Percovich, (2002)
refieren:
“El concepto de globalización en la actualidad está
íntimamente ligado al de neoliberalismo. En los años ochenta y noventa, un
grupo importante de economistas –muchos de ellos conocidos como «los Chicago
Boys» su relación con la Universidad de Chicago liderada por Milton Friedman-
revitalizaron las teorías de Friedman esbozadas en los sesenta basándose en las
experiencia de gobierno de Ronald Reagan y Margaret Thatcher.”
El neoliberalismo, entonces, aparece como un
conjunto de postulados basados en teorías liberales modernas que estos “Chicago
boys” lograron imponer en América Latina en la década de los noventa, apoyados
por organismos económicos internacionales, empresas multinacionales y centros
de investigación. Estos postulados, entre otras cosas, señalaban que la
administración pública era ineficiente y una fuente de corrupción, que la única
forma de que las empresas de servicios funcionaran era privatizándolas, que el
Estado, aparte de abrirse al libre comercio y no intervenir en el mercado,
tenía que reducirse, disminuir el gasto público, los gastos sociales y
acabar con los sindicatos. Por supuesto los defensores de las teorías
neoliberales, desplazando al Estado, no explican claramente cómo es
imprescindible el papel del mismo para asistir económicamente a las empresas
cuando caen en bancarrota.
Así las cosas, estos postulados se traducen en recetas neoliberales para ser impuestas, y su
aplicación no es mera casualidad. Ornelas, (ob. cit.), sentencia:
“El carácter neoliberal de la
globalización, es decir, el sometimiento del proceso de producción,
distribución circulación y consumo al “fundamentalismo del libre mercado”, así
como de la vida social a los valores del individualismo, se impone mediante un
proceso político dirigido por la clase dominante, o su fracción hegemónica.”
En la interpretación del
modelo neoliberal, Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en el año 2001, citado por
Marrero, (2007), plantea el efecto desbastador que la globalización ha tenido
sobre los países más pobres del planeta; pero, sin embargo, considera que estas
consecuencias se deben no tanto al proceso de globalización como tal, sino a la
forma en que ha sido gestionada, ya que sostiene que la globalización puede ser
una fuerza benéfica y con un potencial capaz de lograr el enriquecimiento de
todos, especialmente de los países más pobres, pero siempre y cuando este
proceso no siga siendo orientado por el Fondo Monetario Internacional y
organizaciones internacionales como el Banco Mundial. Ante este
planteamiento uno tiene que hacerse la siguiente pregunta: ¿Cuál es la actitud
que deberíamos tomar ante los embates de la globalización neoliberal? Porque si
el sistema, según se alega, no es hostil hacia las mayorías empobrecidas, sino
que todo se debe a una mala gestión o a un recetario impuesto por las
instituciones equivocadas, entonces los pasos a seguir serían decidir qué
instituciones deberían ser las llamadas a liderar unas políticas neoliberales
potencialmente benéficas que garanticen una distribución justa de riquezas.
Independientemente de que el
sistema político imperante resulte potencialmente benéfico o realmente
signifique un fracaso, o que las instituciones llamadas a ejercer un liderazgo
en lo que se refiere a su implantación realicen una buena o mala gestión, los
resultados que observamos en la realidad son: la brecha entre ricos y pobres a
nivel mundial se torna cada día más grande, se ha agudizado la desigualdad
entre países y dentro de los países, la pobreza sigue creciendo y la acción
depredadora del capitalismo avanza en la destrucción del planeta; a un ritmo
tal que se necesitarían varios planetas para poder sostener un desarrollismo desaforado. “La puesta en marcha de una estrategia alternativa de
desarrollo, convendría enfatizar, no es un problema meramente técnico sino
político. Una nueva estrategia reclama de los agentes sociales y de las fuerzas
políticas que la impulsen y la concreten, (Guillén, 2007). La organización y
movilización popular es clave si queremos intervenir en el actual estado de
cosas y acceder a un cambio de civilización. La pura voluntad individual no
ayuda. Debemos lograr que quienes
detentan el poder económico y político asuman una toma de conciencia sobre la
problemática social, ambiental que significa la continuidad del modelo
económico depredador actual. Una toma de conciencia que los obligue a ceder, a
mostrar una voluntad política que posibilite que todos los que habitamos el planeta
disfrutemos de una justa distribución de las riquezas y de un medio ambiente
sano. Una voluntad política que pueda facilitar la creación de unas
nuevas relaciones de producción. Una toma de conciencia de que el
neoliberalismo no es la panacea, ni el único dogma que ha de regir la
globalización de nuestros pueblos. Una toma de conciencia sobre el
reconocimiento del derecho que tenemos todos los pueblos a un desarrollo
económico, social, ambiental en todo el planeta; y sobre todo, una toma de
conciencia sobre el reconocimiento del carácter destructor, inhumano,
depredador que significa el modo de producción capitalista.
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